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EL GATO NEGRO

En la antigüedad, los gatos eran considerados sagrados e incluso, Bast, una diosa egipcia, tenía rematado su cuerpo con cabeza gatuna. Su habilidad para sobrevivir a cualquier asedio, los rodeó con la creencia de que tenía siete vidas, otros le atribuyeron nueve.

Estaba prohibido hacerles daño y quien dañara un gato era condenado a muerte. La creencia sobre la sagrada virtud del gato se extendió en el mundo árabe cuando Mahoma acostumbraba predicar acariciando un gato entre sus brazos. En el lejano Oriente, Buda, el Iluminado, también acostumbraba rodearse de gatos y se les tenía en gran aprecio porque exterminaban a los ratones que amenazaban los escritos sagrados de los templos budistas.

Pero en la Edad Media, fue cambiando la apreciación del gato; ya que era común que los gatos callejeros fueran adoptados o alimentados por ancianas solitarias; y bien pronto la figura de una anciana y un gato se relacionó con la brujería. Allí empezó la imaginería popular a tejer historias de que la bruja se convertía en un gato negro para viajar por los poblados de techo en techo; hasta llegaron a establecer la regla de que cuando el gato cumplía siete años era ya posible que se convirtiera en una bruja. Fue muy común ver en las ejecuciones del católico Santo oficio o los tribunales protestantes de Salem ver la ejecución de una anciana junto a su gato, porque ambos eran la misma persona.

Llegó a tanto la batida contra los maléficos gatos que estuvieron a punto de ser exterminados, hasta que durante el reinado de Luis XIII de Francia se prohibió matar gatos de cualquier color, incluyendo los negros. Así, se salvaron de la extinción.

Hoy nos quedan vestigios de las antiguas creencias: se cree que si nos sobamos una verruga con la cola de un gato negro a las doce de la noche en un panteón, la verruga se caerá. Se cree que si por la noche se le soba el lomo varias veces a un gato negro, veremos brotar un flamazo de su pelambre. Se cree que si se cruza un gato negro por nuestro camino, nos espera la mala suerte. Se llegó a creer que un caldo de gato negro curaba el asma, que si un gato de este color sube a la cama de un enfermo está anunciando su muerte, que si se para sobre la lápida o sobre el túmulo de una tumba, es señal de que aquella alma se fue al infierno.

En los medio marinos se creyó que si maúlla un gato mientras las mujeres rezan por el regreso de sus marineros, es señal de que van a morir en un naufragio.

Si el gato se lava la cara, la buena suerte llegará al hogar. Si salta y juega habrá viento y lluvia; si estornuda, es buen augurio, a menos que estornude tres veces seguidas, que es señal de gran peligro.

El gato es un guardián de los peligros de ultratumba que nos acechan, pues ellos detectan de inmediato toda amenaza, todo mal espíritu que se nos acerque; también se dice que son los más temidos por los duendes, así que si tenemos un gato en casa, estaremos seguros de tener un efectivo guardián contra fuerzas sobrenaturales.

Por último, de España nos llegó la creencia de que al regalar un gato, había que untarle de aceite o manteca los pies para que se aquerenciara con su nuevo hogar, si no, se regresaría.

Y usted, ¿tiene un gato en su casa?

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