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EL ALGODÓN

Cuando los españoles llegaron al valle de Tehuacan, observaron que los indios cultivaban desde hacía tres mil años antes de Cristo una planta que llamaban IXCAXÍHUITL, que era la misma que en España llamaban algodón.

En su libro llamado “Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas”, que el fraile dominico Francisco Jiménez publicó en 1615, anotaba las propiedades curativas que los indios habían encontrado en la mata de algodón. Los pobladores del México antiguo la usaban machacando y poniendo a remojar los pimpollos como antídoto contra el piquete de alacranes, víboras y arañas. El tallo se ponía a secar y se hacía polvo para aplicarse sobre las llagas como una cura efectiva.

Después, por el año de 1820, en el libro de Farmacopea Mexicana, al tallo del algodón, seco y aplicado en polvo, se le dieron propiedades vaso - constrictoras y hemostáticas; o sea, era capaz de detener las hemorragias y se usaba también para acelerar el parto.

Quizás para los hombres de las tierras algodoneras de La Laguna, en Coahuila, Anáhuac en Nuevo León y norte de Tamaulipas, el algodón fue solo un cultivo que mucha riqueza trajo a la región; y hoy una nostalgia que se fue para ya nunca volver. Pero realmente no sabemos en esta columna, si en estas tierras nuestros abuelos conocieron y usaron las propiedades medicinales de la mata de algodón.

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