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LA ZARZAPARRILLA

Una de las más lindas mujeres que conocí en Anáhuac, es doña Gorgonia, la curandera, la cajita del Niño Fidencio, la amiga... Una mujer llena de misterio no por todo lo que dice; sino por todo lo que calla; una mujer llena de sabiduría, no por lo que enseña; sino por todo lo que sabe.

Una vez, doña Gorgonia Trujillo me ofreció una extraña bebida: era un té colorado, frío, de sabroso sabor. Le pregunté que era aquella roja cocción y me dijo que era zarzaparrilla, un cocimiento de una raíz que se da por aquellos montes que sirve para enriquecer la sangre mucho más que la salvia.

Esta planta crece por todo el norte de México, sobre todo en zonas áridas, y puede encontrarse a través de Estados Unidos hasta Canadá. Desde los tiempos prehispánicos, fue muy apreciada su raíz porque preparada en té curaba dolores de espalda, del pecho, la tos, el asma y los molestos gases intestinales. Se daba a la parturienta para apresurar el proceso y aminorar los dolores. Ya en la Colonia, con ella se preparó una pomada que sirvió para curar heridas, cortaduras y huesos fracturados.

Los europeos la incorporaron plenamente a su medicina y con el fruto y el aceite de las semillas hicieron también unas gotas que aliviaban el dolor de oídos y curaba la sordera.

Actualmente, la zarzaparrilla sigue siendo de gran aprecio entre los botánicos y la recomiendan en una taza por la mañana, otra por la noche, o más, si se desea, pues no tiene efectos nocivos y sólo bien puede hacer al organismo.

Espero, alguna vez, visitar de nuevo a doña Gorgonia, para que me comparta otra vez una buena taza de la zarzaparrilla milagrosa; para seguir llenándome de la magia y espíritu de esa tierra de Anáhuac, Nuevo León.

P.D. Ya no tendré ese privilegio. Mi buena amiga, murió trágicamente el año de 2008, a los ciento un años de edad. Desde el fondo de mi corazón: Descanse en paz...

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