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LA TRAVESURA DEL DIABLO

Una tradición que desde tiempo inmemorial se cuenta entre los dedicados al oficio de la carpintería, es esta que ha pasado a la historia como “La travesura del Diablo”

Contaba mi suegro, don Margarito Arredondo Ortega, hombre nacido en 1915, que el Maestro que de joven le enseñó el oficio, lo sorprendió cuando le explicó que al serrucho hay que darle filo con una pequeña lima en forma de triángulo; un afilado que debe darse pacientemente, diente a diente. Otra lección que le dio el anciano carpintero, fue el hablarle de la “traba”. La traba es que, con una herramienta especial, se va doblando ligeramente cada diente del serrucho uno a la izquierda, otro a la derecha. Cuando acaban, debe probarse el trabado dejando correr una aguja que se desliza en caída libre por el canalillo que quedó entre diente y diente a lo largo del serrucho.

_Óiga, pues que trabajo tan detallado es doblar diente a diente; y uno para un lado y otro para otro- contestó el entonces joven Margarito.

_¡Claro, hijo! ¿No sabías que esa fue la travesura del Diablo?- Contestó el Maestro abriendo así la ventana para asomar aun historia antigua y tradicional.

_Mira, a mí me contó mi padre, nacido a mediados del Siglo 19, que su padre le contó como una tradición de carpinteros, que una vez, el Señor San José, el Patrono de todos nosotros los de este oficio, estaba en su taller afilando pacientemente su viejo serrucho, sin darse cuenta que el Diablo lo estaba vigilando entre las sombras. Cuando terminó su detallada labor, cerró el taller y se fue a disfrutar de la rica cena que le había preparado nuestra Madre, la virgen María.

El Diablo se frotó las manos contento al verse solo en el taller, y dijo:

_¿Conque estaba batallando con el viejo serrucho sin filo? ¡Pues ahora va a batallar más...! ¡Le voy a hacer una travesura...! –y diciendo y haciendo, le enchuecó diente a diente el serrucho; uno para allá, otro para acá; uno para allá, otro para acá. Cuando terminó su mala obra, dando una carcajada festejando su maldad, se retiró al Infierno.

Al otro día, llegó San José a su taller y ¡Oh, sorpresa que se llevó! ¡Ahora el serrucho, con el afilado cortaba mejor! Pero lo revisó y descubrió que era el entrabado el que lo hacía más áspero y efectivo para el trabajo. Y muy contento de aquel descubrimiento, se puso a trabajar.

Allá en el infierno, el Diablo, de la risa pasó al llanto. Quiso hacerle una travesura al Padre de los carpinteros, y lo que hizo fue beneficiarlos más. Desde entonces, el entramado de los serruchos se le conoce como...

La travesura del Diablo...

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