Ellos eran pajareros. Aquella noche de enero, habían atrapado sólo tres aves que dormitaban entre los juncos del canal. La cacería nocturna no había sido muy afortunada y, a casi la media noche, ahora estaban tiritando de frío; con la vieja camioneta tirada a un lado del camino. Paco Martínez "estareaba” con impaciencia mientras Gonzalo, su hermano menor, calaba el funcionamiento de cables, bobina y demás partes del sistema eléctrico. Todo inútil... Pasarían la noche en el monte esperando ayuda.
De súbito, a corta distancia, vieron por el poniente, asomando entre los mezquitales, una masa incandescente que de pronto creyeron era la naciente, gigantesca y roja luna de Anáhuac, posada en el horizonte. Pronto se dieron cuenta que era una bola de fuego que empezaba a levantarse de entre los matorrales hasta quedar en lo alto; a unos cincuenta metros sobre sus cabezas. Sin salir de su asombro, todavía la vieron desplazar su vuelo a lo largo del canal y desaparecer entre la negra maraña de la llanura.
Paco y su hermano quedaron atónitos, haciéndose mil preguntas con la mirada; hasta que de un salto, apresuraron los intentos por echar a andar la achacosa pick up. Había que salir de ahí cuanto antes. Se empeñaban en la reparación, cuando vieron a la lejanía el resplandor de un vehículo que se acercaba. Se habrían sentido salvados si no fuera porque sobre aquella camioneta, a la misma altura, venía volando aquel extraño ser.
Estaban asustados, confundidos. No sabían qué podía ser aquello y apabullados todavía, aceptaron el "raid" que don Chuy Castaños les ofrecía sonriente. El hombre era acompañado por dos personas de edad, y aunque pensaron que aquel fenómeno podría tener alguna relación con uno de los tripulantes, callaron y subieron a la caja con sus jaulas semivacías. El mueble empezó a avanzar por brechas entre parcelas vestidas del verde tierno de los trigales y por pastizales con reses adormiladas bajo las estrellas. La luz seguía sobre ellos y no pudieron aguantar más. Paco asomó por la ventanilla y advirtió al chofer sobre aquello que los iba siguiendo.
_ Sí ..., la acabo de ver hace rato ... A lo mejor es alguna bruja; pero 'orita la perdemos. - Contestó sin impresionarse don Chuy.
Iban llegando al puente El Coyote y, al tocar asfalto, el chofer clavó hasta el fondo el acelerador exigiendo a la máquina toda la velocidad que podía desarrollar; pero la luz siguió sobre ellos. Subiendo y bajando lomas; tomando curvas y rectas, la camioneta avanzaba con el extraño volador pegado hasta llegar a las primeras casas del pueblo.
Frente a la calle Nadadores, don Chuy dijo a los pajareros:
_ Bueno, yo aquí me meto al pueblo. Ái sigan a su casa y Dios nos ayude con esa cosa ...
Los hermanos caminaron en silencio hasta los terrenos que hoy ocupa la Maquiladora y doblaron hacia el río para bajar por el barranco rumbo al vado. Ante la pendiente, elevaron la mirada al cielo con una secreta plegaria entre los labios; pero, ahí estaba...
Cruzaron las aguas del Salado. La estación Rodríguez dormía y las calles estaban vacías. Al subir por el viejo camino a Lampazos, Paco dijo gravemente a su hermano:
_ Ahora vamos a ver a quién sigue esa lumbre. Aquí nos separamos cada quien hacia su casa.
Gonzalo cortó a la izquierda; hacia el sector viejo de la centenaria estación. Caminó cabizbajo, con miedo de voltear al cielo; sin embargo, tenía que hacerlo. Antes de llegar a los rieles levantó la vista y vio con zozobra que... Empezó a apretar el paso hasta que en franca carrera llegó a su casa. Sobre el patio, el flamígero espía esperaba por él. Entró cerrando puertas y ventanas y se acostó nervioso esperando una tragedia.
El brillante sol matinal y unos golpes en la puerta lo despertaron. Se descubrió a sí mismo aún vestido y con los zapatos puestos. Se levantó y encontró a su hermano en la puerta, preguntando por aquella luz.
Nada había sucedido. Aquel ser no dejó huella y, quizás al entrar el muchacho a su casa, siguió su camino.
Hoy, a tantos años de aquel suceso, los hermanos y los tripulantes de la camioneta recuerdan estos extraños hechos como uno más de los misterios de Anáhuac.
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