Entre los trebejos que han pasado al sector del olvido, del desuso, hoy tenemos un trasto que antiguamente fue muy solicitado y ocupaba un discreto lugar bajo la cama. No, no hablamos del tapete, ni de las pantuflas, sino que nos referimos a la muy recordada...
BACINILLA
En aquellos tiempos no había drenaje, y por tanto, los sanitarios eran las famosas letrinas o excusados de pozo, que generalmente se encontraban lo más alejado que se pudiera de la casa, al fondo del patio. Como es costumbre –porque eso sí no ha caído en desuso-, siempre a un niño o una mujer se le venía la necesidad de ir al sanitario de noche, en horas de la madrugada.
Daba miedo salir a la oscuridad de la noche al recordar mil historias de fantasmas, vampiros, brujas y demás monstruos en la mente del pueblo. Así pues: ¡a sentarse en la bacinilla...!
O también, en los adultos, daba flojera levantarse del cálido lecho y salir al frío de la noche. Entonces, a sacar de debajo de la cama a la siempre útil bacinilla.
El problema era que luego en la mañana, nadie quería pasar por la infame tarea de ir a tirar los contenidos del bacín, ni mucho menos lavarla... ¡Ah, cómo batallaban nuestras madres!
Bacín, bacinilla, basenilla, basinica, nica, nicanora, taza de noche, o como quisiera llamarle. Las bacinillas usualmente eran de peltre y fueron desapareciendo poco a poco de los hogares Este noble traste pasó a la historia cuando llegó el drenaje y ya tuvimos la comodidad de contar con un sanitario sin salir de la casa. Hoy, ya sólo ocasionalmente se usan de plástico para enseñar al bebé hacer sus necesidades sentadito, para luego, enseñarlo a pasar al moderno sanitario.
La taza de noche, fue objeto de uno de los dichos del pueblo. Cuando tratamos de callar a un entrometido, así como decimos: “estoy hablando con el dueño del circo, no con los animales...” –también se acostumbró decir: “cuando digan “bacinilla”, sal de debajo de la cama...”
Actualmente, si pronunciamos este dicho, la gente nueva ya no sabrá de qué estamos hablando; porque el bacín ya pasó a un rincón de olvido y de allí pasó irremediablemente a la basura como un trebejo inútil.
Alguna vez, veremos aparecer en un museo la antiguamente popular bacinilla; nuestros nietos nos preguntarán por aquel traste tan raro, y nosotros podremos contarles esta historia.
...Y usted: ¿Todavía guarda por ahí alguna bacinilla?
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