Para encontrar cosas perdidas, no hay mejor ejercicio para trabajar la memoria, recordando cada paso que se dio durante el día. Pero como otros recursos, en nuestro medio, se cruzan costumbres heredadas de los españoles, así como los que nos vienen de la tradición indígena.
El santo de las cosas perdidas es San Antonio. A este santo, en España se le rezaba:
Tres cosas yo te suplico:
Lo alejao’, sea acercao’
Lo perdío’, sea jallao’
Y lo aborrecío’, querío’.
Padre mío San Antonio
Por tu poder te lo pío’
Por ese niño que tienes
En el costao' metío’...
Otra costumbre era “amarrar al diablo”, que consistía en atar una cuerda a la pata de una silla, y dejarla ahí mientras se decía en voz baja: “Allí estás amarrado, hasta que aparezca lo perdido...” –Tanto por la oración a San Antonio como por el amarrar al diablo, en el trascurso del día, aparecía el objeto perdido.
Es tradición también el recurrir a los videntes, espíritas, curanderos y brujos, personas con la virtud de visualizar el lugar donde se encuentra el objeto perdido; también se ha usado este recurso para encontrar personas vivas o muertas.
Es historia en Anáhuac, Nuevo León, que hubo una señora en la estación Rodríguez, cuyo nombre fue Julia, a la que se le consultaba sobre algún animal perdido.
Ella cerraba los ojos invocando las fuerzas secretas que poseía, y luego declaraba: Tu marranito no fue robado. Se fue solo caminando por la orilla del río; y ahorita está entre los puercos de Fulano de Tal, en el rancho Zutano. Fueron famosos los servicios que en este campo también dieron Doña Candelaria y Don Pedrito; verdad o mentira, son testimonios de la tradición.
Otros recursos eran hacer un croquis de la casa y poner un péndulo sobre él. Luego de un rato, el péndulo se inclinaría hacia el lugar donde se encontraba el objeto buscado.
Tradiciones ancestrales, creencias y supersticiones; bellas manifestaciones del alma colectiva, del espíritu de los pueblos.
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