Era una noche del año de 1959. Rebeca Durán, junto con su hermana y unas primas, iban rumbo a casa luego de haber asistido a un baile. Serían las dos de la madrugada. Antes de partir, su madre les había recomendado que no regresaran muy noche; pero ya en la fiesta, una de ellas dijo que no se irían hasta echar los músicos por delante...
Y así, las cinco muchachas caminaban por la calle entonces llamada Sierra Hermosa, hoy Alfonso Martínez Domínguez. Una de ellas, Adela, venía maldiciendo a su novio por haberla dejado plantada, pues había faltado al baile. Las demás le llamaron la atención por el vocabulario empleado, pero ella hizo caso omiso y seguía en su mal humor.
Cuando llegaron a casa, ubicada ésta en la colonia Obrera, vieron estacionado por ahí cerca un guayín. Junto a él, al otro lado, un hombre parado, todo vestido de blanco y con sombrero del mismo color. Adela pensó que era su novio e hizo el intento de aproximarse a él para reclamarle pero, sintiendo instintiva desconfianza, las demás muchachas no la dejaron acercarse.
De pronto, aquel hombre empezó a encogerse, a reducir paulatinamente su estatura hasta perderse tras el guayín. Ellas seguían observando, pensando que se volvería a levantar; pero luego de unos momentos, de debajo del guayín salió un cerdo negro que bufando horriblemente se dirigió a ellas; y abriendo las fauces, se lanzó en su contra intentando morderlas. Las muchachas, arrebatadas de espanto, empezaron a gritar golpeando la puerta para que su mamá les abriera pronto para refugiarse en la casa.
La señora abrió alarmada y al ver aquel animal, empezó a rezar y lanzarle agua bendita. Entonces, la bestia tomó a lo largo de la calle y ante la vista de todas, a media cuadra, ¡se esfumó! Las jóvenes desfallecían de miedo, sentían que irremediablemente perderían el sentido y se preguntaban qué sería aquello que todavía no podían creer que de verdad hubiera sucedido.
Desde aquella experiencia, ya jamás volvieron tarde a su casa luego de algún baile o paseo por la plaza.
Hoy en día, Rebeca tiene más de sesenta años de edad y todavía se pregunta si aquello era el Diablo. Fue una vivencia espeluznante, horrorosa, y al recordarla todavía siente escalofríos recorriendo su cuerpo. Y actualmente, tras tantos años transcurridos, la casa todavía existe, hoy habitada por su hermana, pero frente a la puerta, ya jamás volvió a presentarse aquél ente que se materializó en un horroroso...
Cerdo negro...
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