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LA CRUDA

“¡Ay Diosito! ¡si con la tomada te ofendí: con esta cruda me sales debiendo..!”

Uno de los males más comunes en los pueblos de todo el mundo -mal de muchos, consuelo de pocos- es el terrible dolor de cabeza, con el que amanecemos después de una noche de beber en exceso; mal conocido como la resaca, la cruda...

No podemos levantarnos de golpe porque sentimos que se nos desprende la cabeza; no toleramos alguien gritando junto a nosotros porque sentimos que las sienes nos explotan, no toleramos una sacudida porque sentimos que la cabeza se nos parte en dos. En esos momentos no nos acordamos que la noche anterior andábamos como tigres porque, ahora, nos sentimos morir...

La ciencia ha descubierto el remedio a casi todos los males, menos para la cruda. Sin embargo, con el pretexto de que “un clavo saca otro clavo”, el saber popular aconseja beber un poco de lo que tomaste el día anterior. Se supone que esto causará una reacción en tu organismo, y el dolor desaparecerá. Pero no te propases, o lo habrás tomado de buen pretexto para seguir la parranda; pues como dice la canción mexicana: “hace tres días que me curo de una cruda, de la curada de otro cuete que agarré.”

Una de las recetas tradicionales dicta que debemos comer mucho picante. No hay mejor remedio que sentarse en la mañana frente a un molcajete de sabrosísima salsa, o guisada con cebolla, con huevo, con frijoles, o en simples taquitos. Empezará a sudar y la reacción se habrá dado. Y si de sudar se trata, la más rechazada receta es hacer ejercicio, pues siempre tendemos a lo más cómodo.

Mejor, tome usted con moderación y disfrutará siempre de este popular modo de convivir con los amigos y nunca andará padeciendo la terrible cruda; pues como dicen los viejos, “no se te condena por el pecado, sino por el abuso”

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