Espíritu de la noche. Cazador nocturno. Burlador del entendimiento humano. Si se atraviesa por los caminos del hombre, trae mal agüero, cambia los destinos. Hay qué matarlo, hay qué conjurar el mal; pero la magia del coyote no permite ser perseguido a caballo porque a los veinte pasos, el equino doblará las patas delanteras y rodará con el jinete. Caga y busca que el caballo toque con sus patas los deshechos. Al contacto con las heces, le será imposible al noble bruto continuar; se encabritará y desobedecerá la persecución. Las heces del coyote tienen poder.
Su mirada penetra el pensamiento de quien lo observa y ya no se sabe quién estudia a quién. Compite en inteligencia. No hay rebaño que no haya sido depredado por el coyote. No hay pastor que diga que nunca “le llevó una” el coyote.
Su inteligencia taladra el ánimo del perro cazador. Sabe cuando puede vencer al perro. Se para, cesa de huir y lo revuelca saliendo siempre victorioso. Sabe las posiciones de desventaja y no caza avanzando a favor del viento. Nunca entra a la madriguera más que reculando.
Sobreviviente a todo exterminio, es animal con un algo de eternidad. El hombre tendrá que compartir con él sus espacios. Entendido esto, nunca ataca al ser humano, sólo cuando le toca perder. Si es atrapado, clava profundamente la mirada, tal vez buscando el entendimiento con el espíritu primigenio que aún conservan los hombres. Luego, pone resistencia, hace los últimos intentos por salvar la vida que el gran Creador le ha dado y el hombre le quiere arrebatar. Al fin, muere con una bravura y convicción que el hombre jamás entenderá.
Mientras tanto, su habilidad lo hace salir adelante a todo intento en su contra. Sabe como hacer saltar una trampa y una vez lograda esta hazaña de entendimiento animal, caga sobre ella en un callado mensaje y burla para su cazador. Sabe ir al asalto del más resguardado corral para ganar las más bien cuidadas presas. La pesada cabra, el indefenso cabrito, la gallina, el pato y el guajolote serán manjar para su exigente dieta. Su alimento no siempre tiene que ser la carne. Adaptable, se alimenta también de tunas, pitahayas y mezquites. Amo de la supervivencia, todo le es apetecible.
La hembra es la cazadora. El coyote peleará con ella para arrebatarle la presa. Al fin, el macho le compartirá la pieza cobrada. Sus crías esperarán en la madriguera y ella llegará y vomitará para que los cachorros coman los alimentos ya fermentados. La hembra no amamanta a sus críos. Un día crecerán y a base de astucia sobrevivirán en un mundo que el hombre se niega a compartir con sus hermanos los animales.
Coyote. Espíritu de la noche. Cazador nocturno. Sobreviviente y burlador del entendimiento humano...
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