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CUANDO DIOS NO QUIERE, SANTOS NO PUEDEN...

En esta chispeante y humorística sección, hoy nos ponemos solemnes –ojalá y podamos sostenernos...

Es creencia popular que nuestros muertos se convierten en espíritus protectores; que nos acompañan, que nos ayudan. Los santos, igual que los ángeles, quedaron cerca de Dios y pueden “meternos el hombro...” “ hacernos la balona...” recomendarnos con el Señor para que nos ayude.

Y las plegarias se suceden unas con otras; y vamos de San Judas Tadeo –santo de las causas difíciles-, hasta el Seráfico San Francisco de Asís. A Santa Clara le encomendamos nuestras hijas, o a veces, a Santa Teresita del Niño Jesús; nuestro padre, a San José y nuestra madre a la virgen María. Cuando la desesperación nos gana: le hablamos hasta a nuestro ángel guardián para que lleve nuestras peticiones ante el Supremo.

Santa Catalina es la santa de los músicos; la Santa Cruz, de los albañiles; Santa María la Marinera y la Caridad del Cobre de los marinos; San José de los carpinteros y padres de familia; San Cayetano y San Francisco, de los mineros... y pare usted de contar.

La más grande intercesora entre Dios y los hombres, es la virgen María; ya si ella no puede, mejor olvidarse de la petición.

Pero aunque “Dios no cumple antojos, ni endereza jorobados”, queremos un Dios a nuestro servicio, que nos cumpla todas las peticiones que se nos ocurran. Muchas veces, nos olvidamos de otros dichos que rezan: “Pa’ qué quieres tanto santo, teniendo tan grande Dios...” O aquél que aconseja que le “Hagas la lucha a la gordita,” pero a la que te comes... cuando te dicen: “A Dios rogando y con el mazo dando...” o “ No esperes el bien de Dios envuelto en una tortilla...” “Ayúdate que yo te ayudaré...”

Pero amén de tanto recurso y santo de que echamos mano, si lo que pedimos no se nos cumple. Entonces, pensamos seriamente en cambiar de santo, porque el que escogimos nomás no funciona. A lo mejor no está tan “bien parado” con Dios. Y ahí vamos, de santo en santo...

Hasta que con otro dicho del pueblo se nos explica nuestra mala fortuna. Ya no seas terco: “Cuando Dios no quiere, santos no pueden…”

Bueno... ahora sí, ya entendimos...

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