Desde los tiempos en que se descubrió que con el fuego se podían ablandar los alimentos, ya sea asados o en cocción, cada grupo humano tuvo necesidad de un fogón al suelo donde generalmente fue la mujer la que se encargó de preparar las comidas. Pero con la construcción de casas, el fogón al suelo desapareció por una cómoda chimenea, donde la mujer ya no tendría que sentarse o ponerse de rodillas ante el fuego. Algo más, ya la leña se vendía aligerando un poco más su trabajo.
Aunque la recolección de leña fue en muchas sociedades tarea de la mujer, un nuevo invento hizo más amable su trabajo, nos referimos al carbón. Ahora el combustible se podía almacenar en gran volumen sin ocupar tanto espacio, y la elaboración del carbón era tarea de hombres. Si ya se había hecho negocio la venta de leña, ahora también lo sería la venta de carbón.
Todo parecía hecho para durar igual por mil años; pero llegó un invento nuevo: la estufa de leña, que se popularizó en México por el Siglo 19 y se usó hasta hace pocos años.
En los inicios del Sistema 0-4, las mujeres de Anáhuac, Nuevo León, cocinaron los alimentos en modernas estufas de leña de donde salían las tortillas de maíz, de harina, los panes y otras delicias más. Aquellas estufas eran de fierro dulce, las había grandes y medianas. Tenían cuatro patas y sobre ellas, una caja de fierro con dos o tres puertas. En unas se metía la leña o el carbón para prenderse; en otra se asomaba a una especie de cocedor donde se preparaban los panes caseros más sabrosos que los de la panadería.
Arriba de la caja había cuatro agujeros redondos de distintas medidas donde se acoplaban comales de medida exacta, y cuando se iba a cocinar, se acoplaban en los hoyos sartenes de medida también apropiada. Generalmente, los sartenes venían junto con la estufa, ya que se diseñaban juntos. Había estufas que tenían un comal cuadrado grande y los cuatro agujeros para los sartenes, así se podían trabajar de manera independiente. El problema del humo se solucionaba con una abertura al fondo del cajón que salía a un ducto que llevaba el humo fuera de la casa. Aquellas estufas eran pesadas y eternas; por eso se consideraba un lujo tener una en el hogar.
Pero la estufa de leña se sustituyó por una menos pesada. Esta nueva era de lámina y sus quemadores usaban petróleo diáfano, que se colocaba en un depósito al lado. ¿La recuerdan? Esta nueva estufa eliminó el uso de la leña y el carbón, y tal vez por treinta años fue la más popular en nuestro país. Se llegó a ver grandes colas de compradores en los expendios de petróleo. Pero todo está en cambio constante, y así fue como llegaron las estufas de gas; unas de gas licuado de petróleo o LP., y luego las alimentadas por una tubería que pasa por las calles conocido como gas natural.
Y parece que ya todo estaba hecho hasta el fin de los tiempos; pero no, hoy lo más moderno es el uso del horno de microondas; donde sin leña, sin carbón, sin petróleo diáfano y sin gas, se calientan los alimentos o se puede cocinar en faena completa, usando sólo energía eléctrica. Pero, también, copiando la tecnología de otros países, algunos hogares mexicanos tienen estufas eléctricas.
Y las estufas antiguas hoy se pueden ver por allí, arrumbadas como trebejos inservibles, suspirando porque alguna vez fueron muebles codiciados y son estorbos rodando de un lugar a otro. Esperamos alguna vez rescatar una buena estufa de leña y de petróleo, para que en algún museo quede constancia de los usos de esta tierra, que se fueron con el tiempo, y hoy son sólo recuerdos en la mente de los viejos.
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