El ajo ya era usado por los sumerios hace cinco mil años tanto con fines curativos como mágicos. Las prácticas mágicas del ajo fueron llevadas a España por los árabes y traídas a América con La Conquista donde fue adoptado inmediatamente por la brujería, el curanderismo y la costumbre familiar. El ajo es considerado como un poderoso amuleto para atraer la buena suerte y alejar el mal.
Es usual creer que su olor confunde a las fieras y si se lleva unos dientes de ajo en la bolsa, se evitará la mordida de un perro. Los toreros acostumbran entrar al ruedo con algo de ajo en los bolsillos para apagar un poco la ira del toro. Aparte, al caminar por las calles, se evitará el mal de ojo y cualquier hechizo que se lance sobre el hombre.
Comercios y hogares tienen la costumbre de colgar ajos tras o sobre la puerta de entrada para atraer la buena fortuna y alejar hechizos y mala suerte. Los árabes acostumbraban colgar un diente de ajo en las puertas porque decían que su olor alejaba los espíritus de la desgracia porque su olfato era lastimado por las emanaciones del ajo.
Los antiguos caldeos creían desde hace dos mil quinientos años que las plantas olorosas como la artemisa, la cebolla y otras entre las que se encontraba, claro está, el ajo, tenían el poder para expulsar malas presencias.
Hasta hace poco, en Europa se acostumbraba poner ajos en la cuna de los niños para protegerlos de brujas y malos espíritus hasta que eran bautizados. El ajo se ponía también en la cama de las mujeres en trabajo de parto.
Se retrasa la descomposición de las frutas si se ponen en una canasta acompañadas de una cabeza de ajo.
Dado en los alimentos en cantidades bien administradas, el ajo hace que las gallinas pongan más.
En Rumania y Albania se ponían por fuera en balcones y puertas para proteger el hogar del ataque de los vampiros.
El ajo, sólo se emplea para hacer el bien, para curar y proteger; jamás para usarlo en hechizos o males dirigidos a personas.
El ajo ha conquistado las creencias hasta nuestro tiempo. Observe usted cualquier comercio; ¿verdad que es usual verlo adornando las paredes de restaurantes, cantinas, tiendas y salones de belleza? Las prácticas mágicas son herencia del pasado; costumbres y convicciones muy arraigadas; y nosotros, sólo vamos por las calles de pueblos y ciudades, dando fe de la tradición popular.
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