No es muy bonito llegar a viejo; pues lo que podría ser una virtud, también está cargado de inconvenientes. Y muchos dichos del pueblo se han dedicado a los ancianos.
Para empezar, en el cuidado de no ofenderlos, ya no se les quiere decir viejos o ancianos; no, ahora se le da la vuelta a la palabra y se les nombra como de “la tercera edad”, como hombres “de juventud acumulada”. Yo creo que la mejor manera de echarle porras a los que ya no pagamos tenencia, son los dichos como aquellos que rezan: “El corazón no envejece, el cuero es el que se arruga...” ¡Ajúa...!
Otra porra que me gusta es aquella de “No te arrugues cuero viejo que te quiero pa’ tambora.” Cuando se trata de hablar de experiencia acumulada en un largo andar por la vida, se dice el refrán que reza: “Más sabe el Diablo por viejo, que por diablo” En esto último, yo creo que todos estamos de acuerdo.
Pero aunque al anciano, igual que al caballo viejo, ya nomás le queda el puro relincho; o como al burro viejo, “Ya nomás le queda el puro rebuzno...” -y párele ái; porque se dice que el viejo ya perdió todas las facultades de los jóvenes. Pero se trata de convencer con aquello que “Vale más un pobre viejo, que un joven con sus errores” ¿Será? ¿Usted lo cree?
Así se dice que el viejito “Ya ni las pela, nomás las chupa...”. Que “Cuando persigue a una muchacha, si la alcanza, ya no se acuerda pa’ qué la seguía…” Y al viejito aquél le decían La Bandera. ¿Por qué? Porque tenía blanco el pelo, rojo el corazón, y el rabo verde…
Y entre dicho y dicho nunca acabaríamos. Para mí, mi favorita es aquella canción que dice: “Ochenta y veinte... Ochenta y veinte... Es el amor lo que cuenta, y no lo que diga la gente” ¿Qué tal...?
Así que, viejitos de Anáhuac, Lampazos y de Nuevo León entero, que conservan fresco y joven el corazón, no se crean más que de los dichos buenos; los malos hay qué ignorarlos.
Norestense fue desarrollado en Drupal