1.- Los “antojos” de la embarazada, es una de las cosas que más hacen sufrir al marido; pues se dice que a la hora que ella lo quiera, si no se le compra la golosina o comida que se le antojó, el niño nacerá del color de lo que la embarazada quería comer y no se le llevó. Es común ver sufridos esposos buscando en horas de la noche algún dulce o panecillo que demanda la tirana esposa.
2.- Se dice que si la forma del vientre es redonda, será mujercita lo que viene; si la forma es afilada hacia el frente, será hombre –y no se vale preguntar por otras formas, porque no las hay.
3.- A una embarazada le da miedo salir a la calle cuando hay eclipse de luna o de sol ya que en esos momentos sus rayos son malignos para el bebé que guarda en su vientre. Si tiene que salir, para proteger a su niño, usa a manera de pararrayos un seguro prendido en la ropa o algún objeto metálico en sus vestiduras para que capte y desvíe los rayos lunares o solares que van a perjudicar al niño que espera pues puede nacer con problemas mentales o malformaciones.
4.- La saliva de una embarazada tiene el poder de cortar el efecto doloroso del piquete de una hormiga. Basta frotarse en la picadura con saliva de ella para que desaparezca el dolor.
El antojo será un arma más que la mujer esgrima frente al marido, aparte de la pesada mano del molcajete, el palote de las tortillas de harina y las cacerolas de metal -y qué bueno que ya no se usa el metate-, pero no hay arma más efectiva, más aplastante, tanto así, que la usan como última arma mortal ante la cual se rinde cualquier hombre por duro que presuma ser. Esta arma atómica es: Una lágrima...
Cualquier casado nos ha de dar la razón: cuando la mujer suelta ante el marido una lágrima en silencio, ¡ya se salió con la suya...! irremediablemente, ¡ya perdimos...!
¿Apoco no...?
Norestense fue desarrollado en Drupal