Jose Luís tenía sólo seis años de edad y para siempre quedó grabado en su memoria aquél seis de marzo 1993, porque en aquella fecha, tuvo su primer encuentro con el misterio.
Todavía recuerda aquel día como si hubiera sido ayer. Por una travesura tal vez sin consecuencia, había discutido con su padre. El hombre le llamó la atención en cumplimiento de su papel; pero Jose Luís, que ya daba señas de un carácter fuerte, le contestó mal y le soltó una sarta de razones y gritos que dejaron muy serio a su progenitor.
La noche se acercaba, y todavía motivado en el berrinche, Jose Luís se retiró a dormir temprano; tal vez sin querer reconocer su falta de respeto y su intolerancia hacia sus mayores. Se acomodó en su cama, y entre suspiros de sentimiento, se quedó poco a poco dormido. No se dio cuenta que más tarde, su padre se acomodó junto a él y con un brazo sobre su hombro, también se quedó dormido, soñando quizás con una reconciliación con su malcriado hijo.
Esa noche, Luis despertó muy seguido, por segundos, pero a cada rato; y sólo el cansancio lo hacía dormirse inmediatamente tras cada despertar. Su sueño era inquieto y lleno de desasosiego. De pronto, en un despertar de tantos, vio a un anciano parado frente a él, a un lado de su cama. El buen viejo, lo miraba con gran afecto y no era posible sentir miedo alguno ante el desconocido. El hombre de cabello blanco le sonreía y le acariciaba los cabellos al tiempo que le decía:
_Hijo, no te asustes… Soy tu abuelo… Habla con tu papá… Habla con tu papá…
El niño se quedó viendo largamente al extraño y en ese momento, como sin comprender plenamente aquel consejo, como sin entender todavía nada, sólo se volteó, acarició a su papá quien despertó con una sonrisa y sin pronunciar palabra, sólo abrazó a su hijo que sintió la calidez y el cariño de aquél hombre al que también quería tanto. El extraño, había desaparecido…
A la mañana siguiente, llegó de visita la tía Carmen. El padre le contó la historia que le había platicado su hijo aquella mañana.
Carmen era una mujer de pensar profundo y veía las cosas más al fondo que los demás. Se puso seria y le preguntó qué había sentido. Jose Luís le contó que no era miedo; que había sentido como que el anciano lo quería mucho. Carmen quiso profundizar más y le preguntó cómo era el anciano. Luís empezó describirlo dibujando en el viento estatura, complexión y detalles.
_ “Era un señor alto, fuerte, calvo, el cabello de las sienes era blanco y rizado, era muy blanco, tenía un gran bigote, vestía un traje negro y zapatos del mismo color…”
La tía Carmen lo llevó a ver el álbum familiar y le mostró una foto que inmediatamente identificó.
_¡Ese es…! ¡Ese es el viejito que me habló anoche…!
La mujer le dijo que aquel hombre era su abuelito. Que no lo conoció porque murió antes de él que naciera; pero que con eso quedaba demostrado que desde donde estaba, lo quería y lo cuidaba, y había sentido pena por el mal rato que había tenido con su padre.
Todos quedaron callados… Jose Luís sintió unas tremendas ganas de llorar y quedó abrazado a su padre mientras los tres, conmovidos, observaban el rostro del difunto que parecía sonreírles desde la fotografía….
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