¡Compadre..! Te esperé desde media mañana. ¿Qué pasó? -Pascual Almaguer se sentó en la sala para explicar su retardo.
_ Es que mi suegra, hoy iba a matar un marrano para ayudarse con la venta de carne; pero su hermano se tardaba en llegar, y a las diez de la mañana me pidió:
_ “Hijo, ve a buscar a tu tío a ver porqué no ha venido. Ya la carne la tengo toda acomodada con los clientes y él, que iba a matar al animal, debía estar aquí desde las seis.”
Y allá voy, desde el Fomerrey Nueve hasta la colonia Las Malvinas a buscar al tío. Me tardé más de cuarenta minutos en llegar; pero pensé que aún estaba a tiempo para cumplir el compromiso y salvar a mi suegra.
Cuando llegué a su casa, llamé a la puerta y tardó en acudir a abrirme. Nos saludamos y lo noté muy débil y pálido. Apoyándose en los muebles, alcanzó otra vez la cama y se acostó.
_ ¿A qué viniste...? – preguntó escuetamente con la vista perdida en el techo.
_ Pues, mi suegra lo llama, tío. Desea saber porqué no ha ido a matar el marrano. ¿Le sucedió algo? ¿Está enfermo?
_ ¡No es mi problema! Que el marrano espere unos días… -Contestó frunciendo el ceño con un gesto malhumorado.
Quedé parado ante él sin saber qué decir. No esperaba aquella respuesta. El tío, aunque vive solo desde hace años, siempre fue amable en el trato familiar. Contemplando mi turbación, cambió su expresión y me pidió que me sentara.
_ Mira, m’hijo... te voy a contar lo que me pasó. Puede que nadie me crea; pero te juro que es verdad: Anoche, como aquello de las once y media, me di cuenta que me había equivocado de microbús, pues el que tomé iba hacia el centro y no a mi colonia. Esperé a que pasara por el frente de Residencial Escobedo. Allí me bajaría y caminaría por la franja de monte que va desde la avenida hasta la fábrica “Biblomodel”; de allí caminaría hasta aquí. Eran poco más de tres kilómetros, y no había problema; pero la única molestia, era el lodazal que tenía que atravesar. ¡Ya ves como llovió ayer!
“Me bajé en la avenida Juárez y me dispuse a cruzar hacia el norte. Avancé unos metros hacia la oscuridad y me paré. El terreno lodoso apenas empezaba. Miré mi botella nueva de tequila. Le había dado sólo un trago.
“De pronto, me llamó la atención un reflejo rojo sobre mí. Volteé al cielo y vi flotando como a veinte metros sobre mi cabeza, una bola de fuego; y ya no supe más...
“Desperté como a las cinco de la mañana. Estaba tirado a la orilla del río Pesquería, junto a la pared de un barranco. ¿Cómo llegué hasta allí? no lo sé… Pero mi ropa y zapatos estaban completamente limpios de lodo; como si me hubieran llevado volando. Había viajado sin saber cómo, casi tres kilómetros sobre un terreno lodoso y en total oscuridad.
“Al levantarme, me sentí mareado; muy débil. Como pude, subí a la vereda y caminé hasta la orilla de Las Malvinas. Estaba desorientado. No conocía las calles, ni las casas, ni la gente que pasaba a mi lado. Tanto así, que le pregunté a un hombre: “Oiga: ¿Dónde está mi casa?”
“El vecino se me quedó viendo divertido y me dijo que así estaría la parranda, que ya no conocía a la gente. Me dijo que mi casa estaba a tres cuadras.
“Nada le conté. Caminé hasta aquí y me acosté. Me revisé el cuerpo a ver qué me habían hecho, pero no encontré ninguna señal de daños.
“Estoy muy débil... Casi no me puedo parar... Ve y dile a mi hermana que me dé una semana para reponerme... Que el marrano, puede esperar...”
Mi compadre llegó a casa de su suegra con una historia insólita. La buena señora escuchó boquiabierta y sólo acertó a decir antes de salir precipitadamente a visitar al enfermo:
_ ¡Jesús bendito! ¡Lo chuparon las brujas...!
Si es usted un académico tal vez tenga una opinión mejor; pero nunca tache de mentiroso a un hombre. No es usted -por muchos conocimientos que tenga- la razón y medida de todas las cosas. Simplemente hay qué reconocer cuando nos topamos con algo que va más allá del entendimiento humano. Hay que reconocer cuando se trata de...
Un encuentro con lo desconocido...
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