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LA ESCRITURA ANTIGUA

Aprender a escribir ha pasado por etapas de verdad raras para nuestro tiempo. Hace muchos años, los pupitres tenían una caja plana y alargada, rasa de arena húmeda, en la que con un palito, escribían las letras y números que iban aprendiendo. Al terminar, alisaban la arena y listo; ya estaba la superficie lista para escribir de nuevo. No hacían falta cuadernos.

Tiempo después, cada niño tenía una especie de pizarrón en el que con una tiza iban escribiendo los dictados. Al terminar, se borraba la tiza y listo para la otra. Luego vino el lápiz y el papel; eran materiales caros para las escuelas pobres; pero poco a poco se fueron imponiendo. Eso sí, el lápiz se usaba hasta que ya no se podía agarrar mas que con las uñas de los dedos, y la libreta se usaba hoja a hoja por ambos lados hasta no dejar un espacio sin usar; se cuidaban como algo precioso -signos de pobreza y nada más-.

La tinta llegó a las escuelas. Para escribir con ellas, se usaba una pluma de gallina con un corte diagonal en la punta. Se hundía la punta de la pluma en la tinta, y en su interior se traía una gota que se iba deslizando sobre el papel, trazando letras y números. Con el tiempo llegó la pluma metálica, era una pieza de lámina llamada “tajo” que se acoplaba a un mango de madera. El tajo también se traía una gota de tinta que se iba soltando por la punta al tiempo que íbamos escribiendo.

Luego, llegó una pluma de lujo: la pluma fuente, que traía en su interior una cápsula con tinta, y esto nos evitaba estar con el tintero dale y dale y que muy seguido se nos derramaba. La pluma fuente era recargable. Tenía una palanca con la que poniendo la punta en el tintero, se iba bombeando la tinta al interior hasta llenar la cápsula otra vez. Luego, la pluma fuente no necesitaba el tintero pues las cápsulas de repuesto se vendían con ella.

Un invento llegó a fines de los años cincuenta: la pluma atómica. La llamada pluma atómica no era más que lo que hoy conocemos como bolígrafo. En su interior tenía – o tiene -, tinta pesada que se va soltando al deslizar la milimétrica bolita por el papel. Recuerdo que cuando prestábamos una pluma atómica y en manos del compañero de pronto ya no escribía, nos alarmábamos y lo queríamos obligar a que nos comprara otra. No sabíamos del repuesto en su interior y de que en cualquier momento se podía agotar por el uso; y lo único que había que hacer, era comprar otro repuesto y aplicárselo a la pluma. Hoy vemos los bolígrafos tirados por la calle.

No crea usted que estamos hablando de cosas muy lejanas en el tiempo; pues en algunos lugares del mundo, incluido México, todavía se usa la caja de arena, el pizarrín, el tajo; porque hay todavía comunidades muy pobres para las que es un lujo comprar una libreta.

Usos y desusos; cosas que en el tiempo vinieron, y con el tiempo se fueron, como dice nuestro anahuaquense amigo y colaborador, don Josué Palomares López.

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