Un sistema de creencias que ha llegado a convertirse en toda una practica religiosa, es el Espiritismo. Uno de los teóricos del Espiritismo es Alan Kardec, hombre que con sus publicaciones influenció la vida de grandes, medianos y modestos hombres a finales del Siglo XIX y principios del XX. Uno de sus más fieles seguidores, fue ni más ni menos que el Presidente de México don Francisco I. Madero.
Básicamente, el espírita cree en la Reencarnación y hay qué partir de ahí para empezar a asomar a sus razones. Según este sistema, Dios creó a los espíritus desde el principio de los tiempos y los fue enviando a encarnar en los humanos a medida que iban naciendo. El espíritu antes de encarnar es llamado alma, y ya preso en la envoltura de un cuerpo, pierde memoria de su vida espiritual y empieza a crecer y a aprender en una vida dedicada al bien.
Si el espíritu se dedicó al mal, a una vida licenciosa y sin provecho para nadie, se estancará en su evolución y al morir tendrá como castigo no ascender en la escalera que lo llevaría a ser, con el tiempo y varias vidas, un espíritu perfecto, puro; tan puro, que ya no tendría que reencarnar y habría alcanzado vivir en la gloria de estar por siempre al lado de Dios convertido en ángel o espíritu trascendental.
La reencarnación no se da inmediatamente de haber cumplido una misión. El alma puede vagar observando, aprendiendo de espíritus superiores que lo asesoran y animan a su siguiente vida. Incluso, hay parajes paradisíacos donde puede pasar temporadas en aprendizaje; o sea, un equivalente al paraíso.
El Espiritismo no cree en ángeles ni demonios. Los llamados ángeles, son realmente los espíritus ascendidos, puros, perfectos; y los llamados demonios, son espíritus imperfectos, malos, porque en varias vidas no han alcanzado ascender; y llenos de rencor, se dedican a hacer y a propiciar el mal; molestando y desviando las vidas de los encarnados.
Pero hay un espíritu superior que asesora, aconseja y guía al hombre y su espíritu encarnado; este es lo que han llamado “Ángel de la Guarda”. Desgraciadamente, existe el libre albedrío, el espíritu asesor no puede obligar al hombre al bien. Si el espíritu maligno gana y el hombre escoge el camino de las malas obras, su castigo será el estancamiento, el ver alejarse un poco las posibilidades de alguna vez, llegar a ser un espíritu perfecto y ver el rostro de Dios. Los espíritas no creen en el Infierno como castigo. El Infierno es el sufrimiento en la vida y el haber echado a perder una oportunidad.
Los que mueren niños, los que nacen con defectos, es así, por castigo a deudas dejadas en otras vidas, o como prueba para los padres del niño. El Espiritismo es una religión de verdad extraña, sobre todo, para los que profesamos otras creencias.
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