Mi mujer es blanca, de estirpe sabinense, y con unos lindos ojos verdes que me inspiraban cuando éramos novios al escuchar la canción de “La norteña de mis amores” y toda aquella canción que evocara el color verde en los ojos de una bella. Nos casamos, porque bien dice el dicho que “el marrano más trompudo, alcanza la mejor mazorca”.
Uno de mis planes de todos los años, era regalarle unos aretes y un anillo de esmeraldas que fueran con su belleza. Lo logré, aunque tras cuarenta años de cargar con esos ojos verdes, no supe ya dónde quedaron esas joyas pues nada es para siempre. Si…, un cinco de mayo me robaron todas las alhajas en mi casa de Anáhuac. Hoy se ha encarecido mucho la esmeralda, pero prometo regalarle otra vez esas alhajas como un reconocimiento la joya más bella que la vida puso en mis manos.
Hoy sabemos que la esmeralda forma parte de las supersticiones que han pasado de boca en boca por las tradiciones de los pueblos. En la lejana antigüedad, los videntes creían adivinar el futuro en los reflejos de una esmeralda. Se le atribuía el poder de echar los demonios de nuestro cuerpo y ahuyentar al Diablo. Quien poseyera una esmeralda o tuviera contacto con ella se curaba de las convulsiones epilépticas.
Se le consideró un remedio contra la mordedura de una víbora frotándola contra la herida; así mismo, se creía que fortificaba la vista.
Uno de los dones más misteriosos que se le atribuían, era que si la poseedora de una esmeralda había faltado a la virginidad, la esmeralda perdía brillo y adoptaba unos reflejos opacos. Si era casada y había faltado a la fidelidad que le debía a su marido, también se opacaba el brillo de esta joya.
El naturalista Plinio el Viejo, un sabio latino del Siglo Primero, aseguraba que contemplar largamente una esmeralda daba descanso a la mirada cansada y traía paz a nuestro espíritu. Pero la esmeralda, es considerada también un amuleto que puede concedernos cualquier deseo y su mayor poderío se hace presente del 21 de junio, al 20 de julio. Aparte de que pone al destino de nuestra parte, hace rico a quien la posee, por su extraño sortilegio aleja todo peligro contra la doncellez de quien no quiere perderla.
Una leyenda escocesa dicta que una mujer, al verse muy enferma, le pidió a su marido que la enterrara con su querido anillo de esmeraldas. El hombre aceptó lleno de dolor y llegado el día cumplió su promesa. Unos ladrones que vieron el cuerpo luciendo aquel anillo, fueron a violar la tumba para quitárselo; y en ese mismo momento, la mujer se levantó de su ataúd. Los ladrones huyeron, la mujer fue rescatada, y vivió feliz junto a su marido y todavía tuvieron un hijo más. Un novelista de la época, atribuyó este milagro al poder de esta piedra preciosa.
Existen muchas creencias alrededor de todo tipo de carísimas gemas; pero le aseguro que la piedra más preciosa que puede usted regalarle a una mujer, es un corazón enamorado y sincero que ha de tener más valor que el diamante más grande del mundo.
Yo: ya lo hice… ¿Y usted?
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