Caserones de piedra venerables por las historias y los siglos que por ellos han pasado, se pueden ver por todo Lampazos de Naranjo Nuevo León. Muchas de estas casas, aunque descuidadas y ruinosas, guardan tesoros -según cuentan-, por haber pertenecido casi todas a familias de antiguo abolengo en un tiempo en que los bancos aún no existían.
Pues bien, en una de estas casas antiguas por la calle Lerdo de Tejada, allá por el lejano 1908, vivió una familia de apellido Dávila. Su vida era muy modesta porque sus escasas posesiones se reducían a lo necesario para apenas sobrevivir; sin embargo, el pan nunca faltó en su mesa porque todos eran muy trabajadores. De jornaleros, peones, pastores, ocupados en barbechos, siembras y cosechas, jamás les faltó el sustento.
Varios miembros de aquella familia vivieron manifestaciones sobrenaturales, pues parecía que algún ser de la Ultratumba buscara comunicación con ellos. Presencias en forma de luces, sonidos y sensaciones de ser observados en la quietud de la noche los tuvieron inquietos por muchos años.
Una ocasión, más allá de la media noche en que el señor Dávila huía del intenso calor durmiendo en el patio, fue despertado por sonidos extraños. No podía distinguir si era un resuello cercano a su oído o el eco lejano de apagadas voces.
Se sentó atento y curioso. Poco a poco se fue aclarando el susurro hasta que pudo oír palabras tan leves como un aliento. Una voz femenina se dirigía precisamente a él y una reacción de miedo fue su primera respuesta; pero sobreponiéndose a sus flaquezas, puso atención y buscó por todas partes a quien le hablaba. A nadie encontró y se limitó a escuchar el repetitivo mensaje del Más Allá:
_ "Mi nombre es Cuca... Morí hace diez años pero no he podido encontrar descanso..." -Las palabras sonaban como un eco, huecas, suplicantes. Y lleno de pavor vio como se iba materializando lentamente la figura de una mujer que con suave voz y blanquísima vestimenta antigua le señalaba un sitio en el patio.
"_ Allí está un dinero... Es para ti... Sólo te pido que mandes celebrar unas misas a mi nombre..." -Dicho esto, el espectro, en delicados movimientos, se fue desvaneciendo mientras el señor Dávila trataba de controlar el espanto que lo hacía temblar de pies a cabeza.
Al día siguiente contó a su familia la insólita experiencia y la noticia cundió por todo el poblado mas, eso sí, buen cuidado tuvieron de guardar sólo para ellos el objetivo de la extraña visita. Lo cierto es que ni los más viejos ni nadie, tenía memoria de una mujer llamada Cuca que hubiera vivido por ese sector; pero de ahí en adelante, parientes y vecinos escucharon durante varias misas dominicales la dedicatoria a nombre de una desconocida llamada María del Refugio, o Cuca.
Poco después, no sin algo de sospecha, vieron a la familia Dávila cambiarse a otra ciudad y vivir con inexplicables posesiones y comodidades. Así, hasta nuestros días, los descendientes con este apellido que fueron regresando a Lampazos, son personas de respetable posición económica gracias a una fantasmagórica mujer que desde el siglo pasado viajó a través del tiempo y las dimensiones, sólo para venir a entregar su perdido tesoro a una familia.
Si una de estas noches camina usted por el más antiguo y destruido sector de esta población entre abandonados y lóbregos caserones, y escucha una voz arcana que lo llama hacia la obscuridad, acuda pronto si es de fuerte corazón y acerado temple.
Tal vez, sentada entre las ruinas, también por usted esté esperando...
Un fantasma llamado Cuca...
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