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EL DECAPITADO

Esta leyenda fue narrada a Nadia Gámez por descendientes de aquellos que habitaron cerca de la hacienda “La Quesadilla”, que se encontraba al pie del cerro del Topo, lado oriente, y cerca de lo que hoy es la cabecera municipal de Escobedo, N. L.

Era el año de 1946 cuando los habitantes del lugar aún tenían miedo salir a la media noche porque por mucho tiempo sufrieron las secuelas de un hecho trágico. Cuentan que el dueño de “La Quesadilla”, don Gregorio Lozano Garza, había obtenido su fortuna al casarse en los años veinte, con una dama de antepasados españoles: Lourdes Carvajal y Dosamantes; mujer que poseía una fortuna en oro, alhajas, tierras, ganado y bienes raíces, mismas que don Gregorio administraba.

Doña Lourdes, tenía a su servicio personal a Isabel, una muchacha de gran belleza, honesta y trabajadora; virtudes que le habían hecho ganarse el aprecio de la señora. Pero don Gregorio rondaba a la muchacha y le proponía cosas indecorosas que jamás aceptaría; porque además del cariño y respeto que sentía por doña Lourdes, Isabel le guardaba gran reconocimiento porque se había criado en la hacienda desde niña. Junto a todo esto, la joven estaba enamorada de un muchacho de nombre Juan, trabajador del rancho e hijo de jornaleros, que aunque muy pobres, habían cultivado en el joven la honradez y el respeto ante las mujeres.

Una ocasión. Cuando Isabel dormía en su jacal, despertó con la sensación de que alguien la observaba, sexto sentido que toda mujer tiene. Grande fue su sorpresa al descubrir a alguien parado frente a su cama oculto por las sombras. De pronto, frente a ella, apareció el patrón que con claras muestras de embriaguez, se le echó encima. Isabel empezó a gritar y a defenderse de la agresión. A sus gritos de auxilio los peones despertaron, entre ellos Juan. Al escucharla, salió corriendo en auxilio de su amada; y al entrar al jacal, descubrió el cuadro que lo llenó de ira: don Gregorio la tenía entre sus brazos mientras Isabel gritaba y luchaba por liberarse.

Inmediatamente, Juan tomó un machete y se lanzó contra el patrón. Pero don Gregorio era mucho más fuerte y logró desarmarlo; y haciendo uso de aquella ventaja, de un solo tajo, la cabeza de Juan rodó por el suelo ante los gritos horrorizados de la pobre Isabel.

La muchacha se arrodilló y entre gritos de dolor tomó la cabeza entre sus manos; acariciándola, tratando de revivirla entre lágrimas y besos. Al fin, salió corriendo con ella abrazada al pecho, y jamás se le pudo preguntar en donde la había dejado porque perdió la razón.

La desgracia no quedó ahí. Don Gregorio, también asustado de lo que había hecho en un momento de borrachera, huyó al monte y por la mañana, lo encontraron ahorcado, colgando de la rama de un alto mezquite.

Isabel, en su locura de amor, pensaba que sólo en la muerte se podría volver a encontrar con Juan. Incapacitada para trabajar por su estado mental, pasaba las horas y los días con la vista perdida en el horizonte. Una mañana, la encontraron también muerta, víctima de un suicidio.

En la casa grande del rancho, quedaron sólo doña Lourdes y su hijo, quienes al paso de los días, todavía no podían creer que todo aquello realmente hubiera sucedido. Pero desde entonces, se cuenta que después de la media noche, aparece Juan El Decapitado, buscando su cabeza para poder descansar en paz e ir al reencuentro con su amada Isabel.

Esta historia perdura en el recuerdo de los ancianos testigos de estos hechos y se ha propagado como una leyenda más para contar bajo las estrellas en el campamento, en el patio, o frente a la chimenea después de la cena familiar.

Tenga cuidado si esta noche sale a caminar por las calles de Escobedo. Puede encontrarse al fantasma de Juan El Decapitado, y tal vez...

Le pregunte por su cabeza...

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