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LAS VIANDAS

El hombre trabajador siempre tuvo un momento de descanso para tomar sus sagrados alimentos. Para esto, siempre contó con una abnegada madre o una esposa que fielmente le preparaban su comida para llevar, conocida popularmente como “lonche”. Y salía de casa llevando la vida en una bolsita. Una vida sencilla, pero deliciosa; y un amor declarado en ricos tacos de harina o de maíz, que envolvían el aromático chorizo con huevo, los frijoles con chorizo, las papas con huevo, o a veces, trocitos de carne preparada en salsa o pico de gallo.

Otras veces, la comida del trabajador se llevaba puntualmente y calientita hasta el sitio de trabajo por la esposa, por los hijos o por los nietos. Esto entrañaba una relación familiar que ya poco se ve en estos días. O dígame: ¿cuenta usted con alguien en su familia capaz de caminar veinte o cuarenta cuadras para llevarle todos los días su comida caliente? A menos que les preste la camioneta, lo dudo… Pero si aún cuenta con amores como estos, cuídelos y cultívelos con celo porque ya hay pocas familias como la suya.

Para que la comida llegara caliente, había un conjunto de trastes llamados “viandas”. Las viandas eran varias vasijas redondas, ensambladas perfectamente unas sobre otras. Cada vasija tenía ojillos a los lados por donde pasaba una varilla con una asidera en la cumbre, de donde colgaban los trastes con los alimentos. Pero lo más ingenioso era que la vasija inferior tenía la función de brasero. Se llenaba de brasas que comunicaban su calor a la primera, que la pasaba a la segunda, que la pasaba a la tercera; y según el largo de las viandas, se sabía que tan variada era la comida que se llevaba. En una tortillas, en otra carne con papas, en otra frijoles, en otra sopa. Generalmente, junto con el brasero, las viandas era un conjunto de cinco vasijas.

Y muy seguido, el compartir las viandas con quien las llevaba; a veces, en intercambio con los compañeros de trabajo, era la hora de la comida el momento social más bonito en la vida de un obrero o de un campesino. En el compartir se daba la rica variedad de la comida y se hacía ley el dicho popular aquel que reza: “El que da de lo que come, come de lo que ve.”

Las viandas estaban hechas de peltre, a veces de aluminio –que eran las más caras- pero ahora, están hechas solamente de recuerdos; ya que las viandas pasaron a ser una nostalgia más, un uso que poco a poco pasó al desuso en estos tiempos en que el hombre ya ni lonche le preparan; ya que la fodonga se levanta después que todos, a las nueve de la mañana y manda al viejo al trabajo y a los hijos a la escuela, sin siquiera el almuerzo.

Y usted… ¿tiene todavía guardada por allí en algún rincón de olvido una de estas viandas?

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