La creencia en aparecidos es una herencia ancestral que ha sido propia de todas las culturas y todos los tiempos.
Cuando Jesús caminó sobre las aguas, los apóstoles reaccionaron con gran espanto porque creyeron que era un fantasma. Cuando tras su muerte en la cruz, una noche se presentó ante los apóstoles, también reaccionaron con espanto. Tuvo que invitarlos a que lo tocaran para que comprobaran que no era un fantasma. Esto nos demuestra que tan antigua es esta superstición.
Pero una aparición no tiene que ser sólo el alma perdida de algún difunto, pues la fe y la tradición nos dictan que las hay también de ángeles, demonios, santos, duendes, animales y otros seres que se manifiestan como luces blancas, rojas, azuladas o ruidos. Pero todas ellas, manifestaciones terribles de dimensiones extrañas que sólo se presentan para llenar de espanto a los testigos.
Hay veces que se saca provecho del encuentro con un aparecido. Por ejemplo: De los toltecas a los aztecas se creía en apariciones como aquellas sin pies ni cabeza que rodaban y daban gemidos. El hombre la veía como un mal agüero y sabía que iba a morir. En cambio, si el hombre era un guerrero de fuerte corazón, abrazaba al aparecido y luchaba con él durante toda la noche hasta el amanecer. Antes de salir el sol el aparecido le suplicaba que lo dejara ir; y el guerrero, a cambio, le pedía tres espinas de maguey que significaban tres deseos que se le cumplirían.
Aquí recordamos que –según relato bíblico-, Jacob luchó toda la noche contra un ángel y cuando estaba próxima la salida del sol, aquel aparecido le suplicó que lo dejara ir. Josué aceptó pero a cambio le exigió la bendición. Al recibirla, sería llamado con el nombre de “Israel” y sería el Señor del reino judío.
A un diablo se le agarra y se le piden tres pelos, que serán tres deseos cumplidos... Así es como los valientes le sacan provecho a un encuentro con seres de lo desconocido.
Y usted, amigo del público que nos sigue por este su norestense.com: cuando se tope con una aparición, no grite, no desmaye, no huya... Atrápela y como hombre de corazón fuerte, luche con ella hasta el amanecer. Pídale un deseo, tres espinas, o ¡arránquele los tres pelos al Diablo!
¿Se atreverá...?
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