No hay muestrario más florido en el ingenio popular que el arte del piropo, el requiebro, el echar flores para halagar a una muchacha con el fin de agradarle.
Hay un requiebro muy español que reza: “Bendita sea la tierra donde nació el árbol del que sacaron la madera con la que hicieron la cuna para mecerla a usted... ¡preciosa!” –Lo malo es que cuando el piropo acaba, probablemente la muchacha ya va a dos cuadras.
Otro modo de agradar o llamar la atención de una bella, es el alabar sus ojos diciendo: “Le juro por mi madre, que tiene usted los ojos más grandes que los pies...” –Bueno..., la verdad..., éste nunca fue muy buen piropo.
Yo prefiero el piropero mexicano, cuando en forma espontánea se le grita desde el fondo del alma a la hermosa que pasa frente a nosotros castigándonos con su menado paso: ¡Ay, mamacita...! ¡Ay, chiquitita...! ¡Qué curvas, y yo sin frenos...! ¡Qué pan tan duro, y yo que ni dientes tengo...!
Pero en estos tiempos, también la mujer tiene sus armas, y si antiguamente contestaba con algo de inocente picardía: “¡muchas gracias por la flor, mañana vengo por la maceta...! o, “muchas gracias por la flor, que yo con el aroma tengo…” -ahora hasta también ellas se avientan gritando al artista de su preferencia: “¡ Quiero…!” “¡Vuelta, vuelta…!” -Ah... ¿verdad que las muchachas en bola son aventadas y hasta peligrosas? ¡Dios nos agarre confesados!
Usted puede dárselas de muy galán y saberse una larga lista de piropos de ingenio y aplicación bien probada; pero ¡cuidado si en vez de una mujercita sola por la banqueta se topa con una docena de muchachas en plan de guerra...! ¡Huya por su vida...!
Ya en plan serio: El piropo es recurso de quien se siente íntimamente sacudido por una belleza presente. Su expresión es espontánea, sincera, sin intenciones más allá de las palabras; y muchas veces, es una lástima que la bella vuelva su mirada con un gesto de desprecio y conteste con un congelante: _ “¡Pelado…!” -Porque tiempos vendrán en que con la belleza, marchita por los años, la mujer añore aquellas expresiones que levantaba a su paso; y ahora, “descolado mueble viejo” ya entrada en años, hasta las recuerde con un algo de nostalgia, ternura y agradecimiento. Por eso, hace cuarenta años, Rocío Durcal cantaba: “Los piropos de mi barrio son muy castizos. Huelen como los nardos. Son muy sinceros, cuando te dicen: Guapa: ¡Cuánto te quiero...! Con una de tus pestañas, hija de mi alma, he de ahorcarme yo. Los piropos de mi barrio, los llevo en el corazón.”
Y usted... ¿Recuerda algunos de los piropos que se usaron en su tiempo? Llámenos.... Repórtelos... Que recordar, es volver a vivir.
Norestense fue desarrollado en Drupal