Una de las plantas más misteriosas de la medicina herbolaria en América, es el toloache; que sirve tanto para curar, como para matar; para dar lucidez, como para perder la voluntad y hasta enloquecer. Pero en Europa, se hizo famosa a través de siglos y milenios una planta más misteriosa que el toloache: la mandrágora.
La mandrágora fue conocida también como “hierba de las brujas”, y se le dio mucha importancia por sus características únicas. Su raíz afecta la forma de un hombrecillo regordete y desnudo, que es donde guarda la mayoría de sus propiedades; y sus hojas, al contacto con el rocío, adquieren una fosforescencia que las hace brillar por la noche; y se dice que con sólo tocarlas, el atrevido puede caer envenenado. Un mito digno de tomarse en cuenta.
Para extraer una mandrágora, había que cavar alrededor de la planta, sin tocar la raíz. Al llegar al fondo, había que atarla a un perro que caminaría al llamado de su amo llevándose con él, en rastra, a la temible mandrágora. El perro moriría, pero ya cortada, se podía tomar con la mano para trabajar con ella.
Igual que el muérdago y el toloache, la mandrágora es muy tóxica, muy venenosa, pero aplicada en medidas apropiadas tiene grandes dotes curativas. Entre las virtudes esotéricas, esta planta evitaba las heridas en la guerra, curaba todas las enfermedades, daba suerte en el amor, hacía potente y fértil al hombre y la mujer, daba una perfecta puntería en el tiro y daba suerte para encontrar tesoros.
La mandrágora ha sido ya explicada por la ciencia moderna; sin embargo, es ya una leyenda, y se le sigue relacionando con brujas, hechiceros y demonios. Quizás la mandrágora no sea la planta que vimos en la película de Harry Potter, pero sigue siendo un misterio entre el uso botánico y la hechicería.
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