El mexicano acostumbra enriquecer sus explicaciones con expresiones muy comunes, que oímos en todas partes, pero que realmente no nos dicen nada... ¿Quien no ha escuchado aquello de “mientes con todos los dientes…?”
Otras veces, buscando dar una explicación a prueba de tontos, una explicación que pueda comprender hasta el más limitado ser humano, en vez de preguntar simplemente: ¿entendiste…? Prefieren exhibir todavía más sus dotes explicatorias y te subrayan todo con complicado ¿me comprendes Méndez, o te explico Federico…?
Hay veces que las televisoras pone de moda algunas expresiones, como aquella que se hizo famosa hace unos veinte años; una expresión para negar con desprecio las cosas y te abofeteaban con un: “¡para nada…!” hoy, el para nada ha sido cambiado con una expresión muy juvenil que dicen para exhibir tu confusión y falta de comprensión: “¡nada que ver…!”
Hay veces que se pronuncian expresiones de arrepentimiento por algún ridículo que se hace en público o algún error lamentable; entonces, el arrepentido, después de regarla, levanta los ojos al cielo y pronuncia una súplica que dice: “¡trágame tierra…!” Otras veces, la expresión popular contiene alguna maldición gitana. Después de otra “regada”, error o ridículo público, el arrepentido dice: ¡que me parta un rayo…!
Otra festiva maldición gitana que se popularizó mucho desde nuestros abuelos hasta nuestros días, era aquella despedida que envolvíamos con un buen deseo, diciendo junto a un apretado abrazo: “¡que te vaya bien, que te machuque el tren, y que te remuela bien…!”
Muchas expresiones van perdiendo uso en nuestro suelo, aunque se pasan a otras fronteras. Hasta los años cincuenta, era muy común que entre amigos se llamaran “bato” En el Monterrey de aquellos años, todos se decían “cuñao”; hoy sólo se dicen “compare” o “primo”. Hasta los años sesenta se usó mucho el llamarse unos a otros “loco” Así, era muy común que se saludaran con un alegre. “¿Qué pasó loco…?” “¿Qué onda mi loco…?” A algunos no les gustaban que les dieran el trato de “loco” y se defendían con un simple: ¿Pos’ cuántas veces te he correteado…?
Los decires de nuestros tiempos van quedando como recuerdos de los usos y desusos en el lenguaje. Pero nada muere, sólo cambia; y alguna vez, tú que hoy eres niño o joven, estarás recordando las costumbres en el habla de estos años que alguna vez, también… Los verás lejanos…
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