Dicta la tradición indígena que un médico verdadero, es un sabio, un “tlama-timini”. “Él da vida, es un conocedor experimental de las cosas, conoce experimentalmente las hierbas, las piedras, los árboles, las raíces. Tiene ensayados sus remedios, examina, experimenta, alivia enfermedades. Da masaje, concierta los huesos, purga a la gente, la hace sentirse bien”.
Pero ¿cómo se hicieron los primeros médicos indígenas? Cuenta la tradición que los primeros yerberos en realidad fueron grandes místicos que tuvieron contacto con los guardianes de la naturaleza, espíritus tutelares de cada especie animal o planta. Estos espíritus guardianes les dictaron las propiedades curativas de cada planta o animal. Así, para saber las aplicaciones que en la salud pudiera tener la salvia, hablaban con el espíritu de la salvia, lo mismo con el del nopal, la guayaba, la hierbabuena, la manzanilla, Etc. Etc.
La medicina naturista es tan antigua como la humanidad; gracias a ella, millones de vidas se salvaron a lo largo de la historia; ella es la Madre de todas las medicinas, aunque haya perdido uso en nombre de la ciencia moderna. ¿Qué la medicina tradicional no tenía una respuesta a todas las enfermedades? Bueno, la medicina moderna tampoco...
Hoy el médico tiene que estudiar siete años o más para obtener el título, y seguir de por vida en actualización. El antiguo médico tradicional indígena tenía que pasar la vida entera, desde la infancia, en busca de las fórmulas para convocar a los espíritus que le dictaran los remedios a cada enfermedad. Claro está, al paso de los siglos, se fue registrando una gran lista de enfermedades y sus remedios, a grado tal que ya el tener contacto directo con los espíritus guardianes de la naturaleza no fue necesario. El místico dejó una herencia que continuó en uso gracias a los yerberos o médicos botánicos, llamados despectivamente “médicos brujos” por los conquistadores.
Son nuestros mayores, los sabios de la familia; ellos, entre sus conocimientos, tienen una lista de plantas que curan enfermedades. Hay un chamán en cada familia como antiguamente hubo un chamán en cada tribu. Pero aquellos que tuvieron la virtud de convocar al espíritu de cada planta, se perdieron en la bruma del tiempo. Los hombres místicos, que fueron el origen de la Medicina Nativa.
Se dice que existe un espíritu guardián para cada río, paisaje, montaña, planta, animal; seres de la naturaleza que los europeos llamaron “seres elementales”.
Un conocido, tenía la costumbre de fumar hierba mala en el Cerro de la Silla. Al preguntarle porqué tenía que subir a medio cerro para drogarse, contestó que porque ahí le llegaba una voz que se identificaba como un espíritu del cerro que le platicaba cosas de mucha sabiduría y que al hablar con él se sentía realizado y feliz. Él no se drogaba por necesidad, pues si no podía subir a la montaña en un mes, pues no lo hacía, y ya... Pero en cuanto su trabajo se lo permitía, iba al encuentro con aquel ser misterioso que ya sentía que también era su protector.
Se cuenta que los antiguos chamanes buscaban entrar en éxtasis usando alguna droga como el peyote; pues sólo así lograban el contacto con los espíritus guardianes. Con el ejemplo del hombre en el Cerro de la Silla, tal vez descubrimos que los chamanes, no han desaparecido del todo.
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