Antes, en los tiempos de mi tatarabuelo, se bailó en cuadrilla, la polonesa, la varsoviana, la mazurca y el rigodón. Las parejas bailaban en filas unos frente a otros y si acaso, en la cuadrilla se dio el contacto cuando se llevaban de la mano formando filas y desplazándose de frente o en círculos.
Pero llegó un ritmo que puso la nota de escándalo en la sociedad de aquél tiempo, ése fue el Vals. Ahora las parejas se tomaban del hombro y la cintura para hacer giros y desplazamientos que los mantenían más tiempo uno frente a otro en relación directa de pareja, bajo la mirada desconfiada de padres y hermanos. El Vals fue considerado peligroso para la moral familiar por mucho tiempo, hasta que llegó el Tango que a partir de Francia e Italia, se difundió rápido por toda Europa y sentó sus reales en Argentina para conquistar toda América.
En tiempos de mis padres dominó el Mambo que se bailaba suelto recreando el cuerpo en divertidos y atrevidos movimientos, y la relación de pareja se daba en su majestad el Danzón.
En mis tiempos se dieron el Bolero y los ritmos tropicales de cadencia sensual que invitaban a bailar a cuerpo pegado y mejilla con mejilla. Luego llegaron las baladas y otros ritmos de suave movimiento que motivaron el romance y el encuentro casual sábado a sábado, hasta llegar a los ritmos de baile suelto –como el viejo Mambo- que no motivaban ni la conversación ni la relación de pareja. Incluso se vio y se ve en estos días a las parejas danzando una frente a otra, ya sin mirarse siquiera a los ojos; y si quiere usted platicar, imposible… Hoy la música es tan estridente que es inútil tratar de comunicarse y sólo se siente el retumbar del bajo y las percusiones sacudiendo nuestro pecho, sacudiendo nuestro corazón en un ruido insoportable para los que acostumbramos bailar y entrar en relación y plática con la pareja.
El Vallenato de Colombia, el Hip – Hop y el Rap de Norteamérica se nos antojan danzas tribales; un estilo que empezó en los setentas para quedarse y no irse ya jamás. Del baile de Caballito, ni hablemos… El constante brinco y sacudimiento nos hace pensar que en tres piezas se quieren acabar, agotar mutuamente.
Pero por este tiempo, en las grandes ciudades, se ven bailes de música del recuerdo. Unos les llaman Ruco’s Night, otros le llaman Rolando los Años, otros le llaman bailes de música Retro, pero resurgen aquellas melodías y vemos otra vez a parejas de mayores y viejos bailando otra vez arrastrando suavemente los pies, en contacto físico, y diciendo algo al oído a su pareja. Y lo que es más: los jóvenes se han ido acercando y han descubierto junto a los mayores la magia, el encanto y la “conveniencia” de bailar “de cachetito…”
Mejilla con mejilla…
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