La literatura ha creado los monstruos que nos persiguieron por el campo de nuestras pesadillas cuando éramos niños; es más, estoy seguro que todavía forman parte de nuestros miedos.
Algunos de los más populares son el hombre Lobo, aquél que, víctima de extraño mal, por las noches de luna Llena se convierte en un lobo que saldrá a matar para alimentarse. Otro monstruo es el Vampiro humano. El no muerto, el no vivo; el cadáver insepulto que se mantiene activo gracias a la sangre humana que chupa del cuello de sus víctimas. Hombre Lobo y Vampiro, comparten características: ambos son de Transilvania, un país de la región de Rumania en la Europa Oriental, ambos pueden morir por una bala de plata.
Otro monstruo de los clásicos, es la Momia, cadáver conservado por miles de años, que de pronto vuelve a la vida para cumplir una venganza; para dar cumplimento a una maldición. En la literatura se han dado las momias egipcias, incas, aztecas y guanajuatenses. Todas ellas, nos llenaron de miedo por ser seres sin vida, pero en movimiento.
Frankenstein, no era un monstruo; más bien, era el doctor que con su ciencia había dado vida a un cadáver armado con distintas piezas de diversos muertos. El resultado, un gigante terrible, de fuerza extrahumana y sin sentimientos por carecer de alma. El monstruo de Frankenstein pasó a formarse entre los mitos que nos llenaron de miedo; hasta llegamos a creer que, cualquier noche, nos saldrían al frente.
Uno de los monstruos más popularizados por la literatura fue la figura de la Bruja. Generalmente, se le representó como una “vieja bruja”, flaca, fea, nariguda, con verrugas, de dentadura deforme; a veces, tuerta, y con la facultad de convertirnos en sapos y volar en una escoba. Sin embargo, la bruja conservó su categoría humana pues era solamente un mujer dedicada a las ciencias prohibidas.
Podríamos agregar al Chupacabras, al Nagual, al Monstruo del pantano y a tantos otros que se difundieron a granel, que llegamos a pensar que eran reales, que existían. En fin, que la fantasía de los pueblos están hechas de todo esto. Los miedos que nos asaltan están hechos de todo aquello que nosotros mismos hemos creado; pero la superstición es todo eso: lo que creemos que está allí, pero nunca lo vemos por ninguna parte.
Y usted... ¿Cuáles fueron sus miedos más profundos cuando era niño? ¿Todavía le da miedo salir en la noche? A mí, lo que más terror me dio de peque, - les juro que ya no-, fue tan sólo pensar en la macabra figura del Vampiro. Hasta llegué a temer que una noche de tantas, se me presentaría con su elegante vestimenta y sus afilados colmillos asomando tras una macabra sonrisa.
Que esta noche, sueñe usted con…, los angelitos.
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