Usted está aquí

ARIEL...

Una noche del año de 1975, como a la 21:00 horas, escuchaba mi preciado radio de onda corta donde podía curiosear estaciones de Europa, Asia y toda América. Aquella ocasión llegó mi amigo Donald para invitarme a realizar una visita en una colonia cercana. Acepté gustoso de tener un buen rato de amena charla y partimos, dejando la radio sintonizada en alguna emisora perdida en el planeta.

La visita se convirtió en alegre convivencia; las horas pasaron y cuando llegué a casa, era la una de la madrugada. Mi esposa y mi primera hija ya estaban dormidas y procuré abrir la puerta sin hacer ruido.

Al entrar, oí que un sobrecogedor sonido ocupaba toda la sala. Era una voz masculina, ronca, inhumana, que repetitiva, intermitente, sólo pronunciaba una palabra, un nombre: _Ariel... Ariel...

Quedé parado junto a la puerta. No prendí la luz. El nombre se repetía mientras yo, en guardia, buscaba en la oscuridad la fuente de donde venía la palabra. No sabía lo que era aquello, pero estaba en mi casa y tenía qué investigarlo o enfrentarlo si era necesario. Así que avancé un paso hacia el centro de la sala tratando de orientarme en la negrura y me pareció que el sonido venía de aquél rincón. Di un paso más mientras el nombre seguía sonando por todo el recinto. Era más ronco que un gruñido de cerdo, como si la caja de resonancia fuera el tórax de un toro, en verdad sonaba espeluznante.

Decididamente avancé hacia el rincón y descubrí la fuente. El sonido salía del aparato. Algunas veces el receptor captaba los CB’s de traileros y aduanas de quizás todo el país porque era un aparato muy potente; pero esta vez no eran los mensajes cotidianos que acostumbraba escuchar. No era nada humano aquel sonido metálico, áspero y profundo que se estaba oyendo. Sólo procedía lo siguiente: extendí la mano y lo apagué...

Un pensamiento me aliviaba: que mi familia dormía profundamente en la recámara y nada habían escuchado; no sé cuál hubiera sido la reacción de mi esposa ante esta voz que parecía brotar de las profundidades del averno.

Me hubiera gustado haber grabado aquel increíble sonido; no se me ocurrió, pero tal vez fue mejor no jugar con cosas ajenas a este mundo. Para qué dar entrada a mi hogar a una fuerza desconocida, incontrolable y de muy dudosa procedencia. Experiencias anteriores me demostraban que los seres de otros mundos llegan solos a nuestras vidas, así que no tiene caso andarlos buscando y acercando a nosotros.

Tal vez un siniestro ser, extraviado en alguna dimensión, buscaba comunicarse con alguien y su voz fue captada y traída a casa por mi receptor desde un punto perdido en el éter. Fue una psicofonía, la voz de un alma perdida que, sinceramente, deseé nunca más volviera a escucharse en mi casa. Un Contacto más, con el mundo de lo Desconocido.

Categoría: 

Norestense fue desarrollado en Drupal

Funciona con Drupal