Muchas ocasiones hemos sido testigos de cómo a alguno del grupo lo agarran de su puerquito y le cargan la mano para divertirse a sus costillas. Muchas veces vemos en las películas o las series de televisión que el prototipo del tonto de la compañía es el gordo, el flaco, o el que usa lentes. Otra forma de discriminación se dirige al de raza negra, o al indio y al mestizo. Atestiguamos a diario, la crueldad social.
La figura del gordito estúpido o que usa sombrerito vacilador es muy usual en todas las producciones; y lo malo, es que nos lo creamos. Muchas veces queremos decirle al gordo: panzón, barril sin aros, ballena, hipopótamo y pretendemos con ello provocar la carcajada de aprobación de los amigos sin tomar en cuenta que tiene sentimientos y lo herimos con nuestros comentarios. No sabemos que el gordo puede darnos respuestas de mucha altura o hasta ponerse violento; de allí nace el dicho que es defensa para este tipo de gente cuando dicen: _¡Párale! “¡Soy gordo, no estúpido!”
Lo más lastimoso es cuando quieren agarrar de botana a una mujer obesa. Ella es la ridícula del grupo, la burla de todas, la que no puede aspirar a ser amada, la que causa la mofa del grupo social donde se desenvuelve cuando se enamora de alguien. Y hasta se han hecho dichos como aquellos de “La que es gorda, aunque la fajen” “No se me hace gorda Antonia sino más bien, mal fajada” O aquello que pretende ser ingenioso al decir que “es más fácil saltarla que sacarle la vuelta”.
Pero, ¿de dónde nos llega tanta mala leche contra los gordos?
Si las gorditas son las más buenas, fieles y querendonas; y esto me consta. Si como dicen en Anáhuac: “son mejores porque aguantan la sequía”.
La verdad es que antes de insultar debe usted estar dispuesto a ser insultado. Antes de burlarse de alguien debe usted también estar dispuesto a aguantar la burla que le lancen.
Una ocasión, no faltó el simpatías que dijo una broma ridiculizando al gordo del grupo, y todos se carcajearon. El gordo, en un hábil juego de palabras, malabareó la pelotita que le tiraron y se la pasó a una maestra que inmediatamente se puso digna y hasta se enojó de que la involucraran, después de haberse reído de la puntada contra el obeso.
El ingenioso gordo le dijo: _ Ah, no…
“El que se ríe, se lleva; y el que se lleva, se aguanta…”
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