Este dicho tan popular, nos aconseja con esas sabias palabras que evitemos andar alborotando almas, pretendiendo muchachas a las que no les hemos de cumplir; sobre todo cuando o no las queremos realmente, o estamos impedidos por algún “pequeño” detalle, como el estar casados... Como dice la canción: “Me abandonaste mujer porque soy muy pobre y por tener la desgracia de ser casado” ( ¡Qué mujeres tan exigentes!) Ahí es cuando cae como anillo al dedo la sentencia: “Agua que no has de beber, déjala correr…”
Pero no se aplica sólo a relaciones de amor, sino también a aquellos que andan buscando aquí y allá sin interés real de asentarse en lugar alguno. Buscan un trabajo y al día siguiente ya no se presentan. Se acomodan en otro pero ya están haciéndole la lucha a otro lugar porque son inestables y andan como marranos “escarbando con la trompa en la humedad” a ver qué les sale..., o “como gaviotas”, a ver qué pescan.... Y ni van a estar aquí, ni van a estar allá y llega el momento en que les han de decir: “No empieces lo que no vas a terminar...” “No andes encendiendo fuegos que no vas a apagar...” No dejes en todas partes “vestidas y alborotadas” O sea: “Agua que no has de beber, déjala correr…”
Sabios eran nuestros abuelos, que en tres palabras nos pintaban una situación, nos daban un consejo, una lección, y nos señalaban caminos con razones de tanto peso, que no podíamos contradecir. Los refranes y dichos constituían la filosofía de los pueblos; herencia de sabiduría que daban armas a nuestros mayores para educar eficazmente a los jóvenes de aquellos tiempos.
Hoy, a veces como una curiosidad; otras ocasiones, como un intento serio de rescatar el pensamiento antiguo; pero se han publicado varios libros de dichos y refranes. Hay que leerlos con el espíritu abierto; pues el necio recibe un libro pero está imposibilitado para entenderlo.
Mientras tanto, esperemos que esta reflexión la aplique a su vida diaria: “Agua que no has de beber, déjala correr...”
Norestense fue desarrollado en Drupal