El hombre tiene dos metas inmediatas en la vida que son su principal preocupación: Techo y comida. Antiguamente, el techo se improvisaba con una jaula hecha de ramas cuyas paredes se enjarraban con lodo y cuyo techo se cubría con jaras, con tules, con palmas, ¡ y techo resuelto!
Pero en aquel tiempo –y creo que todavía para millones de mexicanos- lo más difícil era asegurar el sagrado pan nuestro de cada día. Conocí personas que trabajaban incluso, nomás por la comida. ¡De veras que había, – hay -, mucha desesperación! Y si el individuo tenía familia que mantener ¡imagínese…!
Así es como en muchas familias los alimentos eran verdaderamente sagrados, eran un regalo de la Misericordia de Dios y llenos de agradecimiento y humildad, antes de tomarlos, daban gracias al Altísimo con una oración ante la mesa. Por ese día, La Providencia los había abastecido, mañana, sólo Dios sabría.
Y la mujer de la casa se refría con verdadero cariño a los alimentos. Era común que la madre se refiriera a los frijolitos, a la sopita, al chilito.
_¡Ándale viejo, ya están las papitas con chile!
Había una relación verdaderamente mística con la comida. Se dictaban reglas: En la mesa no se platica. En la mesa no se ríe. ¡Con la comida no se juega! ¡No dejes nada en el plato! ¡La comida no se tira! ¡Sólo se come en la mesa!
Usos venerables que cayeron en desuso en estos tiempos en que la familia ya no toma tan en serio la bendición de Dios sobre su mesa. Tal parece que para ellos lo más natural, es sentarse a comer. Y eso, cuando se sientan a la mesa. Actualmente comen a deshoras y frente a la televisión, pues no pueden dejar su programa favorito y comen mecánicamente, sin pensar un momento que a alguien le costó horas de trabajo el pan que se está llevando a la boca. No piensan, ni quieren pensar, qué pasaría si un día no tuvieran para comer. Qué sucedería si volvieran los tiempos de vivir al día; de volver al dicho hecho sentencia: “Que el que no trabaje, que no coma”
Recuerdo todavía conmovido cuando nos referíamos con cariño a los “frijolitos”. Recuerdo los consejos de nuestros padres que buscaban hacernos conscientes de lo importante que es que el viejo y el niño tengan un plato de comida entre las manos. Todo eso se ha perdido. Quiera Dios que renazca la conciencia y los alimentos vuelvan a ser valorados como manifestaciones del amor de Dios, que los alimentos vuelvan a ser… SAGRADOS. Algún día diremos: “Gracias, Dios; gracias, mamá.; gracias, papá por esta comida…”
Y usted… ¿Todavía es de los que agradecen a Dios El Pan Nuestro de Cada Día…?
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