Enviado por rafael olivares b el Sáb, 09/12/2009 - 21:04
¡Compadre..! Te esperé desde media mañana. ¿Qué pasó? -Pascual Almaguer se sentó en la sala para explicar su retardo.
_ Es que mi suegra, hoy iba a matar un marrano para ayudarse con la venta de carne; pero su hermano se tardaba en llegar, y a las diez de la mañana me pidió:
Enviado por rafael olivares b el Sáb, 09/12/2009 - 20:55
Los seis años de edad me sorprendieron viviendo en una ciudad construida en medio del desierto. La casa de Torreón era antigua, de adobe, con acabados sencillos, pero muy completa. El techo era de terrado, y como estaba al pie de uno de tantos cerros áridos que rodean la ciudad, la pendiente permitía que nos pudiéramos sentar en el pretil superior de la parte trasera; pues los cuartos de atrás habían sido cavados en el cerro.
Enviado por rafael olivares b el Sáb, 09/12/2009 - 19:43
Desde el Siglo 18, distintos grupos de la nación Apache se asentaron en la despoblada región entre el río Bravo y el Salado, que pasa por Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Sus rancherías eran semifijas porque era una tribu perseguida por los gobiernos mexicano, americano, y otras tribus que autoridades de Estados Unidos armaba para que los exterminara como fue el caso de los comanches, papagos y pimas.
Enviado por rafael olivares b el Sáb, 09/12/2009 - 19:31
En el Siglo XIX, en la ciudad de Monterrey, por la antigua calle del Colegio de Niñas, hoy Abasolo, vivía una bella joven que sentía una gran alegría por la vida y los goces que nos ofrece, entre los que se destacaba, su gusto por el baile. No había fandango popular o familiar que desperdiciara, pues la música bailable de aquellos tiempos como el vals, la redova, la polka y el shotís eran su alimento del alma; y como era muy solicitada por los muchachos, difícilmente quedaba sentada mientras los músicos estuvieran en acción.
Enviado por rafael olivares b el Sáb, 09/12/2009 - 19:21
Los fleteros llegan a las trillas de Anáhuac, N. L., y hacen filas a veces de más de un kilómetro para llegar a la báscula. Ahí determinan el grado de humedad y el verdadero peso de los granos para pagar su precio. Larga es la espera y pasan los días y las noches en la formación compartiendo en la dilación las viandas, el café y las historias con las que hacen más amena la marcha de las horas.
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